En mi Instituto tenemos un aula de Altas Capacidades.
Van los chicos que mejores notas sacan. Hacen programas de radio, vídeos sobre arte, telediarios.
El aula está dotada con los mejores recursos del centro, los mejores ordenadores, cámaras de vídeo, fotográficas, etc.
Los profesores que imparten estas clases se desviven por ellos.
El centro abandera la innovación educativa con este proyecto y otros similares. Estos alumnos son reconocidos, triunfan en el ámbito académico.
Mientras, yo trabajo en un aula con chavales con fracaso escolar y problemas de comportamiento; tienen problemas de aprendizaje, han repetido y quizá no saquen el título de la ESO.
La semana pasada montamos una obra de teatro, un fragmento de la Dama Boba de Lope de Vega. La delegación de inspectores de Burdeos, estaba recogiendo ideas de nuestro centro.
Yo les invité a que entrarán también en mi aula.
La inspectora francesa salió encantada, asombrada del talento de los alumnos. Las adaptaciones del texto eran suyas, los disfraces, la puesta en escena. Yo sólo elegí el fragmento y corregí sus faltas de ortografía.
¡Cómo disfrutaron, se metieron en el papel, adaptaron el español del XVII a su lenguaje...!
¡Esto lo tengo que contar en Burdeos, lo tenemos que poner en marcha! Les dio la enorabuena por cómo se expresaban, por su saber estar y su imaginación.
Mientras en el aula de Altas Capacidades, los alumnos de Altas capacidades tienen total libertad para crear un vídeo. Pero no se les ha ocurrido nada. La profesora ha acabado buscando las imágenes, maquetando el trabajo y editándolo. Ella me explica: Es que estos chicos son muy parados, les cuesta echarle imaginación, no saben moverse... Tienen otras capacidades.